viernes, 24 de julio de 2015

Lykke Li, contigo Yo Nunca Aprendo


El primer rumor que todos los fans de Lykke Li esperábamos se produjo a finales de 2013. Se corrió la voz de que estaba metida de lleno en lo que sería su tercer trabajo. Después de tres años  esperábamos nuevo disco como fieles esperan nuevas enseñanzas del mesías. El primer versículo se escribió el 27 de febrero de 2014. Desde su oráculo (cuenta oficial de YouTube), lanzó este vídeo llamado I Never Learn (Nunca Aprendo). Contuvimos la respiración y le dimos al play  expectantes e ilusionados.
I Never Learn - Videoclip


Solté la respiración mientras no dejaba de pensar: "Lo ha vuelto a hacer, lo ha vuelto a hacer". No sabía si era una canción completa, un extracto, una intro... pero daba igual, el caso es que me había emocionado como tantas otras veces, despertando muchos sentimientos, de esos que no puedes explicar con palabras. Esa noche no sé cuantas veces le di al play mientras por Internet los seguidores comentábamos la jugada. Parecía representar una despedida, justo cuando se termina una relación amorosa y los sentimientos nos embargan por completo, sin permitirnos un segundo para pensar en otra cosa. La canción es triste pero también percibía un halo de esperanza. Quiero decir, tristeza por la relación que se rompe pero al mismo tiempo una halo de felicidad porque la vida continua y porque nadie podrá robarnos lo vivido. Así de profunda me parece su música. De paso, esculpido en piedra, nos dejaba una fecha para la celebración. El 5 de mayo de 2014 se registrarían los versos completos de su nuevo trabajo, que se llamaría como la nueva canción: I Never Learn. Pero antes nos tenía preparado un nuevo regalo. En abril nos adelantó otra canción en la televisión sueca, esta vez actuando en directo:
 No rest for the wicked - TV Sueca

La canción suena majestuosa, sombría y melancólica. Trata sobre una dramática historia de amor. Más pistas que nos daba hasta la llegada del disco. La espera se nos estaba haciendo llevadera con tanto regalo porque Lykke es una artista generosa. 
Unos días antes del lanzamiento del disco, justamente el 24 de abril, en su Suecia natal, en Estocolmo, comenzó la gira internacional I Never Learn. No es la mejor calidad audiovisual pero como documento es perfectamente válido. Para los fans es una manera de seguir las andanzas de nuestros ídolos a falta de la llegada de más material, teniendo en cuenta, y sabiendo, por respeto al artista, que la calidad de lo visto y escuchado es siempre muy inferior a lo que el artista ofrece en directo (in situ) o con medios audiovisuales más profesionales. En fin, lo tenemos en cuenta; así comenzó la gira I Never Learn... (en primera fila con los fotógrafos). 
 I Never Learn - Comienzo gira internacional (Estocolmo)

Muy emocionante. Como habéis podido comprobar, el comienzo del concierto y la gira es el tema I Never Learn. Yo me lo imaginaba así. Es una canción pero casi parece una intro, así que como preámbulo iba a funcionar perfectamente. Se convirtió en su carta de presentación. 
 I Never Learn - Disco 

Y así llegamos al gran día, ese que esperábamos con ansia los seguidores, el 5 de mayo, en lo que sería el lanzamiento al mundo de su tercer trabajo. La expectación era grande, entre otras cosas, porque los fans de Lykke sabemos que de un disco a otro cambia mucho. Las referencias anteriores casi no nos sirven. Ella evoluciona y no se para a mirar atrás. Cuando por fin tuvimos el disco en las manos comprobamos que sigue siendo igual en ese aspecto. El disco no se parece a ninguno anterior.  Resulta que nuestra chica se enamoró pero al cabo del tiempo la relación se rompió. I Never Learn es un descenso a la tristeza, oscuridad y melancolía. Es una obra al desamor, un trabajo catártico. Está lleno de baladas y tiempos lentos. Un disco conceptual, corto e intenso. Sacar un LP dedicado a la tristeza no es lo más comercial del mundo. Lykke va por libre en ese aspecto. Pero justo por eso la amamos más. Nos encanta su integridad artística. El disco tiene grandes canciones, que es lo realmente importante, y me gusta tanto como los dos anteriores. Ese aspecto es significativo: no puedo decantarme por ninguno como favorito, justamente porque cada uno es diferente y representa una etapa de su vida; en este caso la década de la vida de una mujer artista que discurre entre los 20 y los 30 años (el primero con 22 el tercero con 29). 

Con el disco en las manos, con la posibilidad de escucharlo íntegro, llegamos a otra fecha clave.  Nuestra estación de radio favorita, la KEXP de Seattle, ofrecía un mini concierto suyo el 22 de mayo (2014). Lo ofrecían en directo por su radio on line en Internet pero también en modo audiovisual en su canal de YouTube. Ni que decir tiene que ese día, jueves recuerdo, lo anoté en la agenda como cita ineludible. Era a las 3 de la tarde allí, con el cambio horario las 23 h. aquí. Tiene gracia porque acerté el set list. Sabía que tocaría cuatro canciones (es lo normal en ese formato radiofónico) e hice mi quiniela (como buen fan). El caso es que acerté las cuatro. La más difícil de pronosticar era I Never Learn, porque no la había tocado en ningún evento fuera de sus conciertos. Pero imaginé que la KEXP era el sitio perfecto para abrir con ella. Y bueno, acerté (menos flores Miguel). El caso es que un poco antes de las 23 h. conecté (realmente estaba sentado frente al ordenador varias horas antes haciendo pruebas). A las 23 h. apareció la imagen  de la presentadora ¡se veía y escuchaba perfectamente! Habló y presentó a Lykke, la cámara se giró ¡y apareció ella! Muy guapa y algo tímida. El concierto estuvo bonito, en plan acústico. Su voz sonó preciosa. Como suelo decir, es una artista eminentemente de directo, siempre gana en directo, en cualquier formato. Pero se nos hizo corto. Eso si,  al día siguiente sabíamos que lo tendríamos colgado íntegro en el mismo canal YouTube de la radio para verlo cuantas veces quisiéramos (como me gustan estas modernidades para disfrutar a tope la música. ¡Como me gustan las radios interactivas!). Les dejo la interpretación de Never Gonna Love Againuna hermosa balada de su último disco.
 Never Gonna Love Again - Estación KEXP Seattle


Otra canción y momento que merece la pena destacar es Gunshot en WFUV. Tres meses antes, en febrero, Lykke Li dejó grabada una pequeña sesión musical en una estación de radio de Nueva York.  Dicha sesión no vio la luz hasta unos días después de la publicación del disco I Never Lear (exactamente el 14 de mayo). O sea, hasta ese momento no nos enteramos. Gunshot es una canción que tiene mucha fuerza y garra sin perder un ápice de belleza. Aquí la interpretan en acústico; en eléctrico quizás gana en fuerza pero en acústico puede que gane en belleza. En cualquiera de los formatos merece la pena. 

Gunshot - WFUV estación radio Nueva York




Y comenzó el verano y en agosto fui a unos de esos festivales musicales que tanto me gustan, en la Península Ibérica, pequeño y coqueto, de pop esencialmente. Me quedé en un camping, donde hice algunas amistades. Una de las tardes fui a los baños del campamento a prepararme. Como las duchas estaban todas ocupadas aproveché para cepillarme los dientes en los lavabos y ganar tiempo. En esos momento escuché un silbido, alguien que se estaba duchando silbaba la melodía de... ¡I Follow Rivers, de Lykke Li! Una de las canciones de su segundo disco, Wounded Rhymes, y uno de sus mayores éxitos. Ni que decir tiene que me fui a las duchas dispuesto a abordar a la primera persona que saliera de ellas. Resultó que conocía al primero que lo hizo.  Un muchacho joven, malagueño, muy salado. Era vecino mío y habíamos caminado juntos hasta el festival (nos separaban dos kilómetros aproximadamente). Le pregunté, ¿eras tú quien silbaba esa canción? Me dijo que si y no sé que cara puse que me siguió explicando, es por mi hermano que le gusta mucho la Lykke y me pegó la canción.  Le seguí preguntando,  ¿y eso? Me respondió, es que mi hermano va a ir a Londres a verla. ¡Ehhh! Ahí ya se me dispararon todas las alarmas. Me dijo, tranquilo, luego lo vemos por la noche en el festival. Luego vi al hermano, efectivamente, que también conocía, y me dijo que se iba con un par de amigos a Londres, en noviembre, a ver a Lykke Li, que la había conocido por su último disco y le había encantado (otro que cae en sus redes pensé); de paso me invitó a ir con ellos si quería. El caso es que me abrió una ventana, una posibilidad que no había barajado. Tenía muchas ganas de ver a Lykke en su gira I Never Learn, pero no venía a España, y si la montaña no va a Mahoma... ¡cómo no se me había ocurrido antes!
Después del festival, cuando llegué a mi casa, me puse a  mirar las posibilidades por Internet, era un poco locura, pero allá que nos queríamos ir. Estudié aviones, alojamiento, mapas... para comprar las entradas virtualmente llamé a un buen amigo que domina el inglés (porque las entradas debe ser lo primero, una vez en mano, a buscar lo demás). Tenía claro lo que quería: butaca no, de pie si, y cuanto más adelante mejor; pero bueno, para eso no hay plazas numeradas,  tienes que currártelo en el lugar. Era un viaje corto. El concierto de Lykke Li sería el jueves 13 de noviembre. Yo me iría el miércoles para hacer noche y llegar con tiempo; luego me volvería el sábado. O sea, cuatro días mal contados. Y en esas me encuentro viajando a Londres con la Brithish Airways.... Ahora entiendo la buena fama que tiene la compañía aérea... incluso me invitaron a un vodka con coca cola...
En Londres me quedé en el barrio de Hammersmith, un distrito situado en la parte occidental de la ciudad. Tiene algunos de los pubs más antiguos de Londres y varios teatros. Me alojé muy cerca del teatro donde actuaría Lykke Li, conocido como Eventim Apollo, por el patrocinador, pero popularmente conocido como Hammersmith Apollo, nombre que nunca perderá. Un teatro con solera, con casi 100 años de historia y renovado recientemente (un año antes del concierto de Lykke Li aproximadamente, en unas obras que duraron casi un año, planificadas por un gran arquitecto,  que lo dejaron como nuevo por dentro y por fuera). Han tocado grandes como The BeatlesLos Rolling Stones,  Jethro Tull o Kate Bush (entre muchos otros). Llegué al alojamiento el jueves por la noche, unos prácticos, limpios  y buenos apartamentos en una tranquila calle, y a descansar que mañana puede ser  un gran día. 
Al despertar me asomé por la ventana y vi la calle y los tejados llenos de charcos, como el Londres de las películas. No escuché llover, así que no sabía de dónde salía la humedad, pero allí estaba. Luego paseé por el barrio. Me gustó mi barrio, tengo que decirlo. Muy variopinto y cierto aire underground bohemio. Y gente de todas las razas y etnias posibles. Como soy de esos que allá donde fueres haz lo que vieres, a las doce del mediodía estaba desayunando en una especie de turco. El dependiente me vio con cara de hambre y me comenzó a mostrar la comida mientras me explica que era cada cosa. Albóndigas, judías, ensalada, salchichas... vaya desayuno eh. Vamos, me comporté como el típico gentleman british, un poco glotón, posiblemente.  El caso es que, como les decía, me metí en los horarios del lugar; ya luego no comí hasta después del concierto; además, me aprovisionaba bien de fuerzas que ese día las iba a necesitar. 
A eso de las tres de la tarde fui hasta el teatro a canjear mi entrada. Eso me inquietaba bastante. Reconozco que soy un poco maniático para esas cosas. Ahí me di cuenta de las ganas de concierto que tenía y que realmente estaba por Lykke Li y no por Londres por muy atractivo que pudiese ser. El planteamiento mío era, que es lo mismo que decir mi miedo, ¿y si fallan los códigos de barras de la tarjeta de crédito? Daba por hecho que lo comprobarían digitalmente para confirmar la validez de la entrada. Estaba en otro país, cualquier problema sería más complicado de solucionar. Pero nada que ver, que prácticos son estos ingleses, y que diligentes. Cuando llegué a la ventanilla me pidieron la tarjeta de crédito con la que había hecho la compra, si, y el papel donde venía registrada dicha compra, pero no la pasaron por ninguna máquina, simplemente de forma analógica, visualmente, comprobaron que coincidían. Entonces agarraron una caja llena de sobres, buscaron y, ¡ahí que salió mí el mío! Con nombres y apellidos el sobre, incluso con dirección postal. Me pareció diligente (las tenían preparadas) y práctico (muy rápido todo), aparte de una muestra de confianza en el cliente (¿cuántas son las posibilidades de que alguien que te robe la tarjeta de crédito se vaya a un concierto con ella?). El caso es que salí del teatro con el pecho henchido de felicidad y con un diamante entre las manos que en inglés ponía destino felicidad. Pero los nervios no se habían ido, ahora comenzaban otros. Tenía que entrar al teatro y ponerme lo más adelante posible. Ya que estaba allí, había que luchar por ello. 
Me volví al apartamento a ducharme y atusarme un poco. Como les he dicho lo tenía cerca, a cinco minutos caminando del teatro. Pero con los nervios y la impaciencia no podía estar tranquilo. Así que a las 16:30 h. estaba de vuelta en el teatro haciendo cola. Ya era de noche (recuerden, 13 de noviembre in England). Tenían preparadas muchas vallas haciendo eses, las avancé todas hasta posicionarme detrás de la última persona. Conté, tenía nueve por delante. O sea, si fuera la carnicería y me hubiesen dado un ticket de espera, vendría con el 10 apuntado. El concierto estaba anunciado a las 21 h. La espera iba a ser larga. Y encima el frío comenzaba a arreciar. Miré a los que tenía delante de mí. Había un grupo de chicos jóvenes. Al lado mío había un señor de cincuenta años o más, calvo y con gafas, y con cara de ilusionado. Allí estaba con nosotros, como un auténtico fan. Hasta las 18:30, 19:00, no comenzó a llegar más gente. A partir de esa hora si comenzaron a llenarse las vallas serpenteantes de personas en fila india. En un momento dado observé al personal y me hizo gracia. Éramos personas muy diferentes. Vale, se que estamos en el gran Londres y es normal, pero también sé que en otros conciertos los espectadores son más homogéneos. Allí había personas de todas las franjas de edad, muchos jóvenes entre 20 y 30 años, también entre 30 y 40, de más de 50, y diferentes razas. Me llamó la atención que había un grupo de señoras rondando los 60 años. No pude menos que pensar: "Lykke, que amigos más diferentes reúnes"; como esos cumpleaños extraños pero mágicos. 
A las 20:30 abrieron las vallas y comenzaron a pasar las primeras personas; rápidamente me puse en posición de alerta,  saqué mi entrada, se la di al chico de la organización y subí las pequeñas escaleras previas a la antesala. Allí me salió un hombre de seguridad y me dijo algo que no entendí ni por asomo. Entonces abrí la chaqueta y levanté los brazos con cara de, regístrame rápido que voy para dentro ipso facto. Pero no, no me quería registrar, simplemente me estaba indicando las diferentes puertas por las que podía acceder el teatro. ¡Cuánta cortesía! Abrí una de tantas, justamente frente al escenario, por el lado más lejano, y comencé a caminar salvando lo que me parecía una distancia inmensa. No podía dejar de mirar hacia los lados y hacia arriba con un oh de emoción interior, creo que iba con la boca abierta, el teatro era alucinante, pero en eso comenzaron a adelantarme algunas personas por la izquierda, así que aceleré el paso, aquello era como una carrera de marcha atlética, pero sin jueces para penalizar el levantar los dos pies en el aire al mismo tiempo. Finalmente llegué ¡y toqué metal! Que es lo mismo que decir que toqué valla. Estaba prácticamente enfrente del micrófono del artista principal, no sé.. a escasos 5 metros; más cerca imposible. De allí no me movían ni con espátula. Miré a ambos lados y prácticamente las personas que habían copado la primera fila eran las mismas que había visto en la cola esperando mucho tiempo, así que había cierta familiaridad al mirarnos, más alegría indisimulada.
Ya solo quedaba esperar, que se dice fácil, pero en esos momentos el tiempo pasa muy lento. Aproveché para obsevar el teatro con calma. Era espectacular, nunca había estado en ninguno igual. Era grande, rectangular; todo se vía muy lustroso. La sensación que tenía es la de que estaba hecho especialmente para la música. Me explico, estaba el escenario pero por los lados no tenía ningún patio de butacas, el suelo ascendía en ligera pendiente, lo que significa que los de adelante nunca molestan el campo de visión de los de atrás y, al final y al fondo, en lo alto, había una amplia grada. El caso es que te pusieras donde te pusieras, sentado o de pie,  siempre recibías la música de frente. En aquellos momentos disfrutaba todo, incluso ver a los operarios trabajando sobre el escenario, tenía un puesto privilegiado en primera fila. Instrumento para aquí, cable para acá, bajada de torreta de iluminación a cambiar y comprobar luces... con una suave sintonía musical de fondo, todo resultaba la mar de agradable e interesante.
El teatro se llenaba lentamente, eso provocó que me despreocupara de mirar hacia atrás pero cuando se acercó el momento del concierto me dio por volver a hacerlo y... ¡que impresión! Estaba hasta los topes. Se había llenado por completo en un periquete y no cabía un alfiler. Luego me enteré que se había colgado el cartel de Sold Out. Seríamos unas 5.000 personas allí dentro. Y todas para ver a Lykke Li. ¡Qué ilusión! Cuando volví a mirar al escenario vi a un operario depositando una botella de cerveza Sol en el bolsillo del micrófono principal. Me pareció algo extraño,  Lykke con antojo de cerveza... en los conciertos suele beber agua pero parece ser que le apetece una chela mexicana. A eso de las 21:15, aproximadamente, se apagaron las luces, comenzaba lo bueno, miro a la derecha y... ¡aparecieron unos tipos peludos! (entendí perfectamente lo de la cerveza Sol). No eran de la banda de Lykke, era otra gente. ¡Había un grupo telonero y no lo sabía! En esos momentos maldecía internamente como si me gobernase un demonio. Significaba que el concierto de Lykke Li se retrasaría como mínimo una hora. La banda se llamaba Eliot Summer, que es su líder, una joven solista inglesa amiga de Lykke de aspecto andrógino, toca muchos instrumentos pero allí tocó el bajo. Sus compañeros: batería, teclados y guitarra eléctrica. El mosqueo me duró una canción. Aquello sonaba a puro rock y como prueba de sonido no estaba nada mal. Qué cantidad de watios me llegaban de lleno al estar tan delante, como vibraba el sonido, ¡me movía el flequillo! Ah, da gusto disfrutar la música así. Tengo que decir que al estar tan adelante perdía cierta perspectiva y amplitud sonora, escuchaba menos el sonido por el sonido general que llega al público, que por el sonido de los músicos, por sus amplificadores. De hecho, a veces me agarraba a la valla y echaba el cuerpo hacia atrás, porque justo encima de mi cabeza, en paralelo y en todo lo alto, estaban los grandes altavoces generales (no tan grandes ya, la tecnología avanza): yo estaba en el limbo, me balanceaba intentando percibirlos... pero lo que podía perder por un lado lo ganaba en visceralidad, aparte de una visión inmejorable. No lo cambiaba por ninguna otra posición en el recinto. Terminó Eliot de tocar (unas cinco canciones) y los operarios comenzaron a preparar el plato fuerte. Había que quitar instrumentos y traer los otros. Había una de cables que ni les cuento. Con que diligencia trabajan, madre mía, en relativamente poco tiempo lo tenían todo preparado. A eso de las 22:30 se apagaron las luces y...
Aparecieron los músicos en la penumbra y se posicionaron junto a sus instrumentos. Los conocía a todos. El público aullaba. De fondo se escuchaba la sintonía previa a la intro, muy reconocible para mí. Ya no había duda de que el concierto era inminente. Comenzó a sonar una guitarra acústica, solo guitarra acústica, con los acordes de I Never Learn; la canción había comenzado, solo faltaba la aparición de la artista principal. En esos momentos vista fija a la derecha, por donde sabía que iba a salir Lykke Li. Aquí se produjo una anécdota. Me enteré que Lykke había salido a escena con un segundo de antelación antes de poder verla. Estaba tan adelante que los de atrás la vieron antes y comenzaron a gritar. Es como lo del rayo y el trueno. En este caso invertido, escuché antes el trueno y luego vi el rayo.  El caso es que allí estaba la estrella, nunca olvidaré ese momento, salió con cara decidida y caminar seguro, y se fue hacia el micrófono que estaba delante justo de mí. Comenzó a cantar I Never Learn, esa canción tan especial. Era un poco irreal, casi no me lo creía, en esos momentos levitaba. Esa artista que tanto me gusta y tanto he visto y escuchado por Internet, ahora estaba actuando delante de mí, tan cerca que casi la podía tocar. Cuando acabó la canción me costaba contener la emoción. Miré a los lados, había más personas con cara emocionada, incluso alguna lo mezclaba con cara de incredulidad. 
Luego comenzó a encadenar canciones, de su tercer disco y segundo mayormente, algunas del primero también. Algunas las habéis escuchado aquí en este artículo previamente. Su música suena genial en directo, Lykke tiene una banda muy profesional, casi siempre han sido las mismas personas, de su total confianza, el sonido lo tienen muy depurado. Y luego ella dirigiendo la escena, que no es moco de pavo. La acústica del teatro era excelente. Además, como les decía, sonaba a todo meter, se agradecía disfrutar de Lykke de esa forma: su música entrando por todos los poros de la piel, sin filtros ni embudos. En un momento dado cantó una canción desconocida, no sabía si era primicia o versión, aunque suponía que era versión. Lo recuerdo como un momento de paz. Fue realmente agradable. Una canción que no conocía pero sonaba maravillosa. Resultó ser una canción del artista de hip hop Drake, famoso internacionalmente, una balada, pero al estilo Lykke, sonó más o menos así. Igualmente que aquí, ella se puso a tocar los teclados.
Hold on, We´re Going Home

Nunca la había tocado en directo, así que los fans comenzaron a solicitarla por Internet, me hacía gracia porque esta vez yo sabía perfectamente como sonaba en vivo. Como les he dicho, Lykke Li es una artista muy generosa: primero sacó esta versión casera, más informal, en su canal oficial YouTube, para ofrecerla a sus seguidores (es la que les pongo a continuación). No espera a que le digan lo que tiene que hacer sino que ella toma la iniciativa y ofrece a sus seguidores lo que cree conveniente o necesario. Estamos en otra era musical, es generosidad suya, por supuesto, más compartir algo tan íntimo (lo que le da un valor documental especial),  pero también es modernidad (saber aprovechar las herramientas que la tecnología ofrece). También era para hacer tiempo hasta sacar algo más profesional (cosa que ocurrió cinco meses después). Parece estar grabado en los momentos de espera antes de un concierto, como si aún estuvieran repasando (quizás fue antes del mío, fue publicado pocos días después).
Hold on, We´re Going Home - Versión informal

Otro momento que me impresionó fue cuando tocó la canción Silent mi Song, una canción que adoro. Es una canción que interpretan con poca instrumentación, muy primitiva, solo tambores y algo de órgano y guitarra;  lo basan principalmente en las voces. Todos los músicos cantan coros al unísono, con la voz de Lykke sobresaliendo. Es una canción tribal, cruda, casi religiosa. Y sonó con una potencia y nitidez vocal que me deslumbró en directo. La mejor grabación que tengo para ofrecerles y os hagáis una idea es la que hizo en el programa de David Letterman (que por cierto, se retiró hace poco, el que para algunos es el mejor presentador de la historia de la TV).
Silent mi song

En la parte final cantó una balada que no me esperaba: Love Me Like I´m Not Made Stone. Una de sus baladas más íntimas, perteneciente a su último trabajo. No se prodiga mucho cantándola en directo. Así que fue una gran alegría para mí. Era una de las canciones que hubiera solicitado de poder hacerlo. Solamente estaba sobre el escenario ella y su  guitarrista con una acústica. Les iba a ofrecer una grabación de mi concierto de Hammersmith pero me he dado cuenta que hay una en Estocolmo que se escucha mejor. Debéis tener en cuenta que esto no le hace honor, y menos la grabación de un aficionado, en directo es mil veces más emocionante, se los puedo asegurar. Fue como si abriera su alma ante nosotros y se desnudara emocionalmente. Al menos quien lo desee se puede hacer una idea.
Love Me Like I´m Not Made Stone

Cerró con Get Some, que es una de sus canciones más animadas, perteneciente a su segundo disco (suelen cerrar en la última gira con ella). Esta vez si les voy a ofrecer una grabación casera de mi concierto en Hammersmith.  La imagen no es muy buena pero el sonido no está mal. Lo malo es que la canción no está entera. La persona que lo grabó está casi adelante, un poco más a la izquierda que yo. En esta canción salió a escena Elliot Summers a colaborar. Al principio me disgustó un poco, es una de mis canciones favoritas y no me hacía gracia que robase protagonismo. Pero luego me di cuenta que estaba algo cohibida y que eso era imposible: Lykke se comía el escenario. Así que ese contraste finalmente me gustó. Recuerden que yo estaba en primera fila y percibía todo con claridad, no solo lo físico sino lo emocional. En esta canción Lykke se desata y descarga toda su furia sobre el escenario. Y sobre los platillos de la batería. Por desgracia aquí no se puede ver pero en la parte final, Elliot agarra a Lykke pero ella se zafa y se va contra esos platillos a destrozarlos. ¡Yo no podía estar más de acuerdo!  
Get Some - Cierre concierto

Cuando me fui a dar cuenta Lykke Li ya se había ido. El concierto duró unos 90 minutos. Las sensaciones se mezclaban,  por un lado estaba contento por lo vivido pero por otro apenado porque había terminado el placer. Recuerdo que no me podía mover, estaba como aturdido agarrado a la valla incapaz de dar un paso. La descarga emocional había sido brutal. No fue de esos conciertos que terminan y te marchas rápido. La gente comenzó a irse lentamente pero la mayoría de los que estábamos delante éramos incapaces de hacerlo. A unos cuantos los reconocí, eran mis compañeros en la cola; si, en aquellos momentos éramos compañeros de alegrías y penas. Era como si estuviéramos borrachos emocionalmente. Entonces recordé que antes del concierto el personal de la organización había ido llenando unos vasos de plástico, con una especie de sifón grande que parecía una botella de oxígeno, de líquido incoloro, que depositaron debajo de las vallas. Eso fue antes del concierto como les dije, pero no sabía ni que era ni para que eran. En esos momentos lo comprendí perfectamente. Eran vasos de agua por si a alguien le daba una fatiga, tenía sed o lo que fuera. Algunas personas comenzaron a reclamarlos y se los entregaban. Yo solo tuve que alongarme y cogerlo por mi mismo. Tenía un nudo en la garganta. ¡Necesitaba ese vaso de agua!
Después de beberme el vaso de agua ocurrió algo que no olvidaré en mi vida. Estaba apoyado en las vallas mirando como en el escenario los de la organización recogían las cosas. Entonces llegó una chica que se puso acodada justo a mi derecha. Comenzó a gritarle algo al chico de la organización que estaba junto al micrófono principal. Al principio no entendía que le decía pero rápidamente comprendí que estaba pidiendo que le entregara el papel del set list que estaba pegado con cinta aislante en el pie del micrófono de Lykke Li. Era un material fetiche para ella y lo reclamaba insistentemente. Nada más ocurrir esto llegaron dos chicas (amigas), por mi izquierda, se pusieron junto a mí y también lo reclamaron. El chico de la organización, un poco agobiado, y sin saber que hacer, se la entregó a la chica de seguridad que estaba justo debajo. La chica de seguridad se posicionó frente a mí y acercó la mano con el papel, lo hacía poco a poco, como quien le da de comer a los tiburones.  Estas chicas alargaban sus manos intentando llegar primero. Yo lo observaba todo con asombro. Era una lucha por el recuerdo. Se me pasó un pensamiento malicioso por la cabeza. ¡Me podía convertir en juez! Por mi posición solo tenía que alzar la mano y empujar el documento a un lado o a otro para decidir quien se lo llevaría. Las chicas de la izquierda eran dos chicas británicas, anglosajonas quiero decir; la chica de la derecha era pequeñita, morenita, con un velo musulmán en la cabeza, creo que también era británica porque su acento era realmente bueno pero su ascendencia me parecía de Oriente Próximo o algún sitio cercano. Por lo que fuera, tenía más simpatía por la chica musulmana. Me llamó la atención su devoción lykkeliana. Además, llegó primero. Estuve a un tris de ayudarla pero no, un juez debe ser imparcial. Al final se lo ganó ella por si misma, alargó la mano más y, ¡agarró el papel del set list! Al instante  se marchó. Yo me volteé para verla alejarse, creo que las otras chicas competidoras también lo hicieron, aceptaron deportivamente su derrota. La chica del velo se alejaba pero a unos cuantos metros giró la cabeza, y con el documento abrazado al pecho, nos dedicó una mirada entre pícara, orgullosa y alegre. Creo que le brillaron los ojos. Casi parecía una hechicera. Solo le faltó decir la frase famosa de la película: "Mi tesoro..". En serio, nunca he visto una situación ni a una persona que me recordase tanto la frase: Mi tesoro...
Llegaron los de seguridad y nos pidieron que nos retiráramos. Con mucha educación siempre. Los últimos que quedábamos subimos un poco más la ligera pendiente y nos pusimos a mitad de plataforma. Así durante un rato. Volvieron a llegar los de seguridad y nos pidieron que nos retiráramos otra vez. Subimos unos metros más. ¡Nos costaba marcharnos del lugar de los hechos! Era como el juego del gato y el ratón.  Finalmente no quedó más remedio que usar las puertas de salida. En los exteriores me quedé un rato observando a la gente. Finalmente salí caminando hasta al apartamento con paso muy lento, como flotando. Paré en un local de pollo frito picante. Comida basura inglesa pero jodidamente deliciosa. Era lo que necesitaba. Lo pedí para llevar. Más un refresco bastante raro. Llegué al apartamento y lo comí mientras veía la BBC Music. Luego entré en un dulce sueño.
Sobre Londres decir que fue una ciudad que me encantó. El viernes me dio tiempo de estar en Candem Town, de ver rápidamente el British Museum (espectacular por fuera y por dentro) y cruzar el Támesis para ver desde ambas orillas el Palacio de Westminster y el Big Ben. Y bueno, pasear por mi barrio, Hammersmith, que eso también cuenta. Salí de Londres con la sensación de tener que volver con más calma. Realmente no me importaba mucho la ciudad, lo que quería era ver a Lykke Li, me daba lo mismo Londres, París o Berlín. Dicho esto, me alegro de que haya sido Londres la ciudad a la que viajé, una ciudad inmensa y  fascinante en todos los sentidos.
El sábado, después de tres mil kilómetros y cuatro horas de vuelo,  a las 20:00 horas, estaba en mi casa.  Durante una semana fui incapaz de escuchar otra cosa que el disco de Lykke Li, por las noches sobre todo, para dormirme, como si fuera una nana. El concierto se alejaba lenta pero inexorablemente e intentaba recrear, perdurar y saborearlo el  máximo tiempo posible. Esos días también filosofé sobre el concepto tiempo. Más que filosofar comprobé lo relativo y abstracto que es. Cuando vives algo con tanta intensidad el tiempo se pasa más rápido. Luego la vida ordinaria tiene un tempo más normal. El tiempo es el mismo siempre pero las circunstancias lo estiran y lo encogen. También reflexioné que el hecho de ir a un concierto de tu artista favorita no deja de ser un acto de amor. No me refiero al amor físico tal como lo solemos entender. Pero si lo piensas, vas a un concierto de tu artista favorita, la ves, lo vives con intensidad, y cuando termina ya estás deseando verla alguna vez más en la vida. En el fondo no deja de ser un acto de amor. A la música, a la artista, a lo que sea, pero lo es: es un acto de amor. Porque si algo tengo claro a estas alturas de la vida es que con Lykke Li Yo Nunca Aprendo.



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